
De todas las bodegas que visitamos en Sonoma, Gundlach Bundschu fue, sin duda, mi favorita. La fundó en 1858 el inmigrante alemán Jacob Gundlach y ha seguido en manos de la misma familia durante seis generaciones, lo que la convierte en una de las bodegas familiares más antiguas de California.
Compramos una cesta de picnic en el bar junto con una copa de Sauvignon Blanc y otra de Pinot Noir, y nos la llevamos a una pequeña zona de picnic en lo alto de una colina con vistas a los viñedos y a un lago. La cesta traía galletas de queso, un palito de miel, burrata, unas aceitunas buenísimas, unas lonchas de salami y un queso Purple Haze de Cypress Grove. Purple Haze es un queso de cabra con lavanda que nunca había probado, pero resultó ser fresco, riquísimo y perfecto para nuestro picnic. Sentados allí al sol, con vino y buena comida, fue justo la experiencia que me había imaginado para Sonoma.
También se pueden reservar catas más tradicionales si quieres profundizar en los vinos. Gundlach Bundschu es conocido por elaborar vinos elegantes y equilibrados, con un estilo que se acerca un poco más al europeo. Su portafolio incluye tintos y blancos, entre ellos Cabernet Sauvignon, Pinot Noir, Merlot, Chardonnay, Sauvignon Blanc y Gewürztraminer. Los que probamos (Pinot Noir 2022, Sonoma Coast y Sauvignon Blanc 2024, Sonoma Coast) estaban realmente muy buenos, y me arrepiento un poco de no haber comprado una botella de cada uno en la tienda para llevar a casa.
En Sonoma, lo habitual es moverse en coche. Mientras que en Dinamarca combinar cata de vinos y conducción sería impensable para la mayoría, en Estados Unidos es bastante normal ponerse al volante después de una o dos copas. Yo, personalmente, pongo el límite en una, y por eso no participé en las catas. Sí, ya sé que se supone que hay que escupir después de probar, pero me parece un desperdicio de buen vino. Prefiero dejarlo para otra ocasión, cuando haya reservado un Uber o me quede a dormir cerca de un viñedo.





