
No siempre soy el más rápido a la hora de convertir mis viajes en entradas de blog, pero este post sobre Cuba se lleva el premio a la lentitud. ¿Listo?
En 2006 (!) hice un viaje corto a Cuba. Fue uno de esos viajes espontáneos, sin planes ni guías, y probablemente uno de los más caóticos que he hecho. Así que si estás pensando en visitar Cuba, te recomiendo un enfoque más organizado que el mío.
Mi vuelo se retrasó, así que perdí mi conexión en París y llegué un día tarde a La Habana. No pude contactar con la persona que organizaba la casa particular (alojamiento local) que había reservado, así que tuve que quedarme en uno de los hoteles estatales. Toda una experiencia: picaduras de chinches y espaguetis enlatados para desayunar.
El cajero del aeropuerto se tragó mi tarjeta de crédito. Estuve esperando dos horas a que alguien viniera a abrir el cajero y me la devolviera. Me dijeron que pasaba todo el tiempo, especialmente con tarjetas emitidas en EE. UU. Ni disculpas, solo una gran sonrisa.
La primera noche fui a la Casa de la Música, un famoso club de salsa en La Habana. En esa época tomaba clases de salsa en Suecia (no es broma), así que estaba muy emocionado por ir. Lo pasé genial, hasta que se me cayó la cámara y se salió la tarjeta de memoria. Buscar una tarjeta minúscula en una pista de baile llena de gente era misión imposible. Decidí volver al día siguiente y preguntar al personal.
Por desgracia, no apareció. La cámara solo tenía capacidad para 12 fotos en su memoria interna. Fui a muchas tiendas en La Habana, pero ninguna vendía tarjetas de memoria. Así que las fotos de este post son las únicas que tengo del viaje.
Un día caminaba por las calles de La Habana cuando se me acercó un tipo que parecía muy majo. Hablaba muy bien inglés y me contó lo difícil que era alimentar a su bebé. ¿Podía ayudarle a comprar leche? Por supuesto. En la tienda, “algo de leche” se convirtió en un montón de productos para bebé que costaban 300 dólares. Era una estafa. Le dije que le compraba dos sobres, y de repente, ya no era su “amigo potencial”.
Otro día fui al museo del ron con un grupo de turistas rusos. Había muchas muestras, y los rusos tardaron horas en recorrerlo. Seguro que más de uno se despertó al día siguiente con tremenda resaca.
Fue un viaje de locos – y fue en La Habana donde empecé a pensar en crear un blog de viajes. Tardé cinco años en empezar, y casi diez en escribir sobre La Habana. Gracias por tu paciencia 🙂





